Como introducción para este artículo desearía traer a nuestra memoria la película “acordes y desacuerdos” de Woddy Allen (aquél que la haya visto, si no tampoco importa), donde el autor nos lleva por la vida (mediante una falsa biografía) del “segundo mejor guitarrista del mundo” de Jazz en los años treinta. Un músico genial pero que como persona dejaba mucho que desear...
Esta película es una ficción pero la vida real de muchos artistas, de muchos genios (músicos, pintores, escritores...), nos demuestra que no tiene porque ir unida a la capacidad artística la de tener una “vida ejemplar”. A veces pasa, pero si el ser humano no es perfecto ¿por qué tendría que serlo el artista?.
En todo caso los artistas tenemos nuestras propias debilidades y “pecados” característicos, los cuales nos acompañan durante nuestro trabajo y nuestras aspiraciones. A modo de juego (insisto en esto último) se me ha ocurrido tratar de adaptar los siete pecados capitales al mundo del arte (no me preguntéis como he llegado a esta idea...). Inspirándome en ellos, por supuesto, desde una adaptación libre y manipulada...
Lujuria
Nuestra música es importante, pero ¿más que nuestra vida personal?.
Un artista puede trabajar incluso cuando duerme. Es muy complicado ponerle horario a una actividad artística (aunque hay artistas muy disciplinados, excepciones...). Cuando uno esta inmerso en el proceso de trabajo cuesta desengancharse de él. La salud puede resentirse si uno es excesivamente bohemio y no controla sus impulsos creativos. Pero que cada uno haga lo que quiera, ¿no?. El problema puede venir, quizá, con la gente que te rodea. Si uno tiene familia y amigos y quiere conservarlos probablemente tendrá que organizar su trabajo (una organización excesiva personalmente no creo que sea tampoco muy “sana” para la creatividad, salvo que uno sea un robot... o lleve intención de serlo). El “riesgo” no está en involucrarse al máximo o en meterse hasta las mismísimas entrañas de algo que nos apasiona (una obligación para un buen artista), sino en el tiempo que podemos pasar ahí, en esas “profundidades”. A un artista hay que exigirle que se involucre a tope, pero tu pareja, amigo, hijo... (por ejemplo) también puede exigirte un mínimo de involucración en ellos (yo tengo serios problemas con la “lujuria”... que nadie lo saque de contexto...). Además, como comentaba en este otro
artículo (el que sólo de música sabe....), como artistas tampoco nos interesa estar rodeados exclusivamente de arte.
Pereza
Dejo el margen las connotaciones más obvias que sugiere este término en cualquier actividad. Quizá sea por la influencia mediática, pero da la sensación de que vivimos una época en la que se pretenden crear “éxitos” con más bien poco y esto a alguna gente que empieza y se acerca al mundo de la música se le contagia.
Un estribillo y una estrofa que recuerden a algún tema que funcionó para el gran público en su día y a ir tirando... Cuidando la parte técnica (la tecnología nos lo exige) pero descuidando la sustancia (la creatividad, en la música de consumo rápido, tiene, al parecer, menos poder de persuasión). Lo que aún no tengo claro es si es al gran público al que le interesa ese “más bien poco” o es a la voraz industria a la que le interesa mantener un público, que tal vez pudiera inclinar sus oídos hacia otros derroteros, consumiendo productos más opacos. Por lo tanto el origen de esta versión del “pecado” no sé si se encuentra en esos “productores” (que nadie se ofenda que no me refiero a él ;) ) o en los receptores.
(Ojo, que yo soy defensor de que con un “V IV I” se pueden hacer cosas estupendamente interesantes. Cuando digo “más bien poco” no me refiero a utilizar pocos elementos. En la simpleza a veces puede estar el medio o el secreto)
Gula
La gula incide en el abuso de una actividad (alimentarse) diaria que es indispensable para mantenerse con vida. Existen elementos indispensables para el músico. Un guitarrista sin guitarra poco tiene que hacer, pero quizá rodearse de demasiados instrumentos (lo dice uno que tiene unos cuantos más de los necesarios) no sólo no sea necesario sino que en ocasiones ralentiza el proceso de producción ¿Quién no ha estado horas buscando el sonido para un tema entre los miles de los que dispone, hoy en día, en esas gigantescas librerías?. Aquí todo dependerá del virtuosismo de cada uno para saber donde está tal y cual sonido y de como sacar el máximo partido a cada instrumento.
Ira
La paciencia es una virtud en cualquier cosa. En el proceso de creación por descontado, al menos para mí (ver artículo sobre la “
lenteja”...).
El pasado año me hicieron una serie de encargos sobre un estilo que no había tratado nunca. Tuve días muy malos porque no lograba el “sonido” que precisaba el género. Estaba de mal humor, estaba enfadado. Pero ¿por qué? O mejor dicho, ¿con quién? Con quien me había hecho el encargo no, era una oportunidad de conocer escenarios diferentes. Además, el responsable en todo caso sería yo por haberlo aceptado. ¿Conmigo mismo?, pero si trabajaba día y noche... Sería injusto. Pero sí, era yo el responsable y merecía mi enojo. Había descuidado lo más importante, una de las cosas que me hizo convertirme en compositor. El placer de hacer música, el trayecto, el aprendizaje. Lo había olvidado, o lo había rechazado, sólo estaba pendiente del resultado, quería el resultado y ¡lo quería ya!. Hay cosas que no dependen de uno mismo y esas cosas no pueden convertirse en nuestro objetivo.
Por otro lado madurar una idea, darle forma, pulirla... lleva su tiempo, y ese tiempo es necesario. Y en ese tiempo podemos encontrarnos con el verdadero placer de hacer música (un placer, además, exento de “pecado capital”...).
Envidia
Cada autor es único y debería saberlo. Cada uno tiene algo que decir y tiene sus propias palabras de decirlo. He hablado mucho sobre esto en otros artículos por lo que no me enrollaré demasiado sobre esta idea.
En realidad querer ser como otro artista es ponernos el listón demasiado bajo. El listón debería encontrarse en la posición en la que uno llega a desarrollar su propio lenguaje: “Hablar”, artísticamente, usando sus propias palabras. Un listón que sólo puede superar él mismo.
Avaricia
Aprendiz de mucho, maestro de... más bien poco. Aunque debo reconocer que no es así en todos los casos, a veces me sorprende de lo que son capaces algunos (y esto me arrastra en parte al “pecado” anterior).
Es bueno aprender y tomar conciencia de qué es lo que se nos da mejor y exprimirlo al máximo. Si lo que queremos hacer no es lo que se nos da mejor, entonces tendremos que pelear por convertirlo en algo que lleguemos a ser capaces de hacer con los ojos cerrados (el conformismo probablemente sea un “pecado” mucho mayor). Pero hay que pelear. Intentar dominar muchos géneros, muchos instrumentos, nos esta quitando, quizá, un tiempo (que es limitado) para profundizar en aquello en donde más podemos aportar y donde mejor nos podemos desarrollar y crecer. Uno puede superar algunos “límites”, pero tal vez no haga falta que los intente superar todos (en una vida media de apenas, con suerte, 80 años). En un sentido similar: Está bien dedicar mucho tiempo al estudio pero también conviene reservar espacio para poner todo lo aprendido en práctica.
Soberbia
La soberbia, la vanidad, esta considerada por la mayoría de culturas/religiones el pecado principal. El padre de todos los anteriores... ¿La vanidad en el músico? Esto se merece un artículo aparte... ;)
Seguro que existen muchos más “pecados” pero yo he puesto el límite en aquellos que me sugerían los populares pecados capitales.
Para terminar reconocer que, por supuesto, soy un “pecador”. Creo que han encajado muy bien en mí cada uno de estos siete pecados capitales en lo que llevo de trayectoria como músico. Con algunos soy más “indulgente” pero con otros me peleo a menudo, ya que considero que ponen en riesgo mi desarrollo como artista y como persona. Pienso que las cosas nunca pueden quedarse quietas, continuamente tomamos decisiones (por activa o por pasiva). Todas esas decisiones, esa persona que construimos y damos forma día a día, se verá reflejada en nuestras obras como artistas. Aunque a veces parezca, como en el protagonista de la película de Woddy Allen, que la persona va por un lado y el arte va por otro. Supongo que porque las personas, en el fondo, en la mayoría de casos no son ni del todo “negras” ni del todo “blancas”. Y, por supuesto, ni del todo “grises”.
Juan Ramos